Chernobyl Series – Capítulo 11 – Día 2 – De paseo por Pripyat…

Todavía con el alucine en el cuerpo por haber estado en el parque de atracciones de Pripyat, continuamos andando por las calles de la ciudad, el silencio, la humedad y su olor impregnan el ambiente allá por donde pasamos, el verde continua entorpeciendonos el paso en algunos sitios.

Pero finalmente llegamos a otro edificio, la verdad es que desde fuera no se aprecia lo que es, pero al entrar y subir unas escaleras que me recordaban a cualquier película de guerra, aparece una pista de balonmano o fútbol sala.

Las tablas de madera que conforman el suelo de la cancha están bastante bien conservadas, y eso que faltan los enormes ventanales que la protegían de las inclemencias del tiempo, tras los cuales se divisa la noria.

Sigo dándome un paseo por la especie de pabellón deportivo, veo las porterías, que en mi colegio de cuando era pequeño no estaban tan bien conservadas como ésta, también diviso unas espalderas detrás de la portería donde hace 30 años se hacía gimnasia, todo esta bastante «decente», aquí podemos decir aquello de que lo de antes duraba mucho mas…

Casi tropezándome con ella, veo una cuerda muy gruesa que cuelga del techo a unos cuantos metros por encima de mi, imagino que los fuertes y disciplinados deportistas soviéticos subirían por ella como si nada.

Me recreo bastante con la escena, consigo subir unas escaleras hacia el primer nivel, desde aquí se ve toda la pista en una posición elevada, la sensación es de una mezcla de «flipe» por lo abandonado que esta pero a su vez algunas cosas están «acojonantemente» bien conservadas, todos los ventanales están rotos intencionadamente para evitar que se formaran bolsas de radiación en los interiores, la pintura de las paredes desconchada, el aislante del techo desprendido, aquella cuerda colgando como si fuera un péndulo…

Le digo a Igor que estoy listo de fotos y vídeo, nos metemos por una puerta y salimos de la cancha hacia la Casa de Cultura.

La Casa de Cultura es también zona deportiva, a la vez que hay aulas para el orfeón, salas de proyección donde aún se divisan sus butacas, te puedes encontrar un ring de boxeo y hasta un potro de gimnasia, las tablas del ring ya no existen y al potro le faltan los asideros.

Cruzamos una puerta y me aparece una piscina, calculo que de aproximadamente 1,50 de profundidad pero bastante larga, el único agua que contiene ahora es el filtrado por las goteras… pero esta no era la piscina «auténtica» que yo quería ver.

La Casa de Cultura tenía de todo,  incluso tras una puerta, diviso unos racks de comunicaciones que por mis últimos trabajos me resultan especialmente familiares, Igor me indica que esto es una central telefónica de Pripyat.

Salimos a la calle, entre mas y mas vegetación, veo una especie de carteles metálicos, lo que hoy equivaldría a los monolitos de cristal que nos encontramos a diario en nuestras ciudades, mostrándonos publicidad en cada esquina.

Estos carteles también son de propaganda, propaganda soviética pura, para todo tipo, adultos, mujeres, jóvenes, en uno estaba Lenin, otro hacía referencia a Komsomol (Juventudes del Partido Comunista de la Unión Soviética), toda esta doctrina soviética estaba tal cual en medio de la calle, esta es la parte museo del viaje, visitar una ciudad comunista tal cual era en 1986, antes de la caída de la URSS.

Continuamos andando y delante hay algo que me llama la atención, desde lejos se ve un manto amarillo que resplandece entre tanto verde, pero no diviso a adivinar que es, al acercarme veo que son manzanas.

Manzanas que nadie ha recolectado, y finalmente acaban cayendo al suelo de aburrimiento, manzanos hay muchos, pocos "Apple's" pero muchas manzanas, Igor coge una de otro manzano cercano, de cuyas ramas cuelgan algunas esperanzadas de ser cogidas, rápidamente pienso... no creo que se la coma... y va el tío y le hinca los dientes.

Le pega un buen bocado, y me dice que esta buena, haciendo brillar de nuevo su blanca dentadura, me ofrece una, le digo que no tengo por costumbre comer manzanas radioactivas, y me dice que no están contaminadas, de hecho, acerca el dosímetro a la manzana y con gesto de autoconvencimiento al no indicar éste presencia de radiación me dice "no problem, no radiation", cierto, el aparato no daba nada, pero ¿que necesidad tengo yo de comerme una manzana en Pripyat?, ninguna, aquí podemos aplicar el sentido común como rezaba un spot publicitario de hace no mucho...

"Mariano tiene hambre, y se comería dos manzanas, pero su sentido común le dice que no es bueno comer manzanas  que crecen junto a una central nuclear que explotó..."

Después de flipar un poco con la temeridad de Igor, llegamos al ayuntamiento de Pripyat, justo detrás del hotel Polissya,  un edificio totalmente administrativo, oficinas, ventanas, marquesina y el persistente símbolo radioactivo, ¡si la ciudad vivía de la central, como va a faltar en la casa consistorial.!

Al girar la esquina y pelearme un poco mas con la maleza, veo una fachada con un mosaico en tonos azules, verdes y violáceos, es el cine...

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